El peronismo será populista o no será nada.
El
peronismo como movimiento se constituye por diversos grupos, por diversas
expresiones de lo mismo y por otras fracciones ideológicas que ven en la
identidad peronista, la forma de ser representativas en términos populares. En
un escenario post-electoral donde el peronismo no ha sido el principal
triunfador, no es de extrañar que la disputa por el peronismo aflore como roca
en las sierras. Liberales, conservadores, socialdemócratas, comunistas,
socialistas y hasta algunas expresiones del trotskismo argentino, ven en la
representatividad del peronismo, una mina de oro de donde pueden extraer el
capital político que precisan para ser competitivos electoralmente.
Como
sucede con los socialismos europeos devenidos en partidos del ajuste,
agiornados a un modelo neoliberal hegemónico.
En la argentina el poder concentrado va a hacer todo lo posible por
tener un peronismo (no-peronista) domesticado a una socialdemocracia que no
discuta la distribución de la renta. Los poderes facticos en la Argentina
tienen claro que si el peronismo pierde su componente latinoamericano de un
liderazgo fuerte que permite sintetizar un campo popular en antagonismo a un
campo anti-popular aliado del capital financiero internacional, está haciendo
perder al movimiento su capacidad de hacer política, entendiendo a esta como el
conflicto generado entre sectores por la dirección política y económica de un
país. Sin un liderazgo popular que tenga la capacidad de generar un “nosotros”
frente a un “ellos”, el peronismo es un partido más, que conducido por cualquier fracción ideológica,
pierde capacidad de plantarse y de generar políticas progresivas y de carácter
distributivo.
El
componente latinoamericano y populista en clave Lacloneana del peronismo radica
en la figura política del líder popular. En el enfoque discursivo del populismo
elaborado por Laclau, el líder tiene la facultad de construir un “nosotros”, que es el “pueblo”, que son los trabajadores,
los más humildes, los desposeídos, los comerciantes, los pequeños industriales,
“la patria”, frente al antagonismo de un “ellos” que son los explotadores, la
oligarquía, los cipayos, la antipatria.
Esta facultad del líder popular no viene dada, sino que más bien es un fenómeno político que se
da y que constituye en un momento rupturista a una figura carismática en un
líder popular, pues no es el líder quien cautiva a las masas populares sino que
es el pueblo quien elige a ese líder.
En
momentos de crisis social y fundamentalmente de crisis de representatividad
política, la sociedad desde diversos sectores
va problematizando diferentes demandas sueltas que no tienen vinculación entre si, hasta que
sucede ese momento rupturista de fin de etapa y de comienzo de nuevo ciclo. Es
ahí donde se constituye el “significante
vacio” en la figura del líder popular, es decir, cada sector social llena de
contenido a ese líder y lo ve como solución de sus demandas, en esa figura las
diversas demandas encuentran una cadena
equivalencial que las vincula entre si, que las articula en un nosotros
colectivo, en las del pueblo.
El
fenómeno logra entonces, vincular demandas diferentes y de distintos sectores
sociales, logra que cada sector de la
sociedad llene de contenido al líder popular como ocurrió con la figura de
Perón en el exilio. Los sectores juveniles identificaban a la figura de Perón
como la del líder que se iba a poner al
hombro la construcción de una patria
socialista, mientras que otros sostenían
que con la vuelta de Perón había pacto social, entre otras variantes. Cada
fracción se había construido un Perón distinto, pero a la vez, ese Perón era uno, era el de todos nosotros, era
la patria frente a la oligarquía explotadora, era la patria frente a los cipayos y a los yanquis. Lo que importa no es la diferencia entre "nosotros", lo que importa es que los "otros" no se impongan, que ese peligro no
vuelva a instaurar su orden antinacional.
El líder popular es la síntesis elegida
por el pueblo para que delimite un nosotros frente a un ellos, esa
responsabilidad no se delega, no la puede transferir, es el sello indiscutido
de una etapa, de un ciclo. Es uno, es
vitalicio y cuando no esta, el mito crece. El fenómeno del
populismo hace que el peronismo no sea un partido más. El fenómeno populista en un partido policlasista
como el peronismo, entre otras cosas, hizo de este, el movimiento más grande de
occidente. Las contradicciones no se extinguen, sigue existiendo pero se
subordinan en función de una contradicción principal que nos da identidad como
grupo y que se encuentra sintetizada en el líder político como BRADEN O PERÓN,
CRISTINA O FONDOS BUITRES, PATRIA O COLONIA.
En
otras palabras, el peronismo hoy se abroquela
a la figura de Cristina, quien es objetivamente el liderazgo popular más
importante del peronismo y el país (sino pensemos que figura política nacional
o internacional puede generar una movilización de despedida como la del 9 de
diciembre pasado), mantiene la unidad
del movimiento y se prepara para marcar agenda como oposición
monopolizando el liderazgo en ese rol. O les abre la puerta a dirigentes que
expresan un peronismo lavado, light que proponen un colaboracionismo con el gobierno de turno
que tiene un perfil marcadamente antiperonista, y a quienes les sirve mucho
que el peronismo aparente fragmentado. Ninguno de los dirigentes del peronismo “civilizado” garantiza ganar en el 2017 o en el 2019, más
bien parecen una operación política de sectores aliados al macrismo. Un PJ
asambleario es utópico y perdería la principal característica que lo define, un
PJ anárquico es lo que necesita el neoliberalismo para seguir profundizando un
modelo de exclusión. En síntesis, si el peronismo comete el error de no
fortalecerse desde su figura principal que goza de síntesis popular, no garantizará el triunfo y perderá capacidad
política. Cualquier partido por poderoso que sea, si disputa en las lógicas marketineras
del mercado político de figuras, es uno más, por historia que tenga. En los próximos
meses y años surgirán demandas, mas allá de la protección mediática de la que
goza el macrismo, el pueblo sentirá una vez más los costos del neoliberalismo
en la argentina. Buena parte del futuro político argentino está en quien es la
figura política y el espacio que puede sintetizar de mejor manera la solución a
esas demandas populares, quien es el/la dirigente en quien más confíe la
sociedad para retornar algunos a un bienestar pasado, para un futuro mejor
otros, por el empleo o por educación. En definitiva serán muchas demandas
porque siempre existen, la clave está en quien sintetiza mejor y puede
capitalizar electoralmente ello. Un punto muy importante que no puede dejar de
soslayarse es que la vara que dejaron 12
años de kirchnerismo en la sociedad es muy alta, Cristina goza de la confianza
de la parte más organizada del electorado, tiene capacidad de conducción
probada en 8 años ininterrumpida de gobierno, aun en etapas muy complejas para
la democracia argentina. Ella ha sabido marcar a raja tablas la agenda y el
pulso de la política argentina durante sus dos mandatos. Su capacidad
indiscutida de discurso y un uso extraordinario de los tiempos políticos, ha podido bajar a tierra operaciones políticas
muy complejas como la del caso Nisman que incluía actores nacionales e
intereses geopolíticos que involucran los servicios de inteligencia y a parte
de la dirigencia política de E.E.U.U. e Israel. Cuando parecía todo perdido, de
las ruinas como el ave fénix, en varias oportunidades CFK salió airosa y
renovada. Cristina como la identifica el
pueblo, supo sintetizar demandas y vincularlas entre sí, el pueblo la eligió a
ella una vez y hoy es quien más chances tiene de convertirse nuevamente en la líder popular que haga volver al
peronismo a conducir el Estado, es la más fuerte adentro y es la única figura
peronista que tiene legitimidad fuera del peronismo, dentro del campo Nacional
y Popular. Porque con el peronismo solo
no alcanza y sin el peronismo tampoco, parece que hoy CFK, nuevamente en el
centro de la escena, con aciertos y errores, es la opción para que el peronismo
vuelva al poder, claro que antes se juegan dos modelos de PJ, uno chiquito
colaboracionista e integracionista en el
marco del plan neoliberal u otro grande, poderoso que incorpore bajo un liderazgo
claro y contundente, la mayor cantidad de espacios y voluntades en el marco de
una oposición activa y una posibilidad de triunfo mucho menos arriesga que
otras opciones aventuradas y más
cercanas a la lógica del partido gobernante.
El
peronismo define en pocos meses si va a seguir siendo peronista o si su partido
va a ser uno más. En la historia cercana del radicalismo tiene un espejo en que
mirarse. Si el peronismo pierde su dote populista que lo caracteriza en el
mundo político, perderá su capacidad cercana de triunfo electoral y ya no será
nada.